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Vuelve la lucha de clases

Publicado en por Skiper

Autor: Milio Mariño Escritor

Fuente: www.Ine.es

 

Han ordenado fuego a discreción con el pretexto de que vivimos por encima de nuestras posibilidades.

Milio Mario Escritor el eminente sociólogo, y profesor de la Universidad de Coimbra, Boaventura de Sousa dijo, hace poco, que la lucha de clases ha vuelto. Y, dicho así, en pocas palabras, suena como una bofetada de esas que te espabilan cuando estás atontado. Lo leí hace unos días y, desde entonces, no he dejado de darle vueltas. Fue un golpe tan brusco que todavía me escuece. ¿Será posible? ¿Cómo es qué no me he dado cuenta? Pensé, lamentando el despiste. Y, después de pensarlo, no sé si treinta o cuarenta veces, quedé, si cabe, más asombrado. Viendo como están las cosas, es cierto, la lucha de clases ha vuelto, pero no de la mano del proletariado sino en brazos de una burguesía implacable que ahora detenta el capital financiero y, al parecer, se ha propuesto acabar con la Europa Social y el bienestar de los europeos.

Volvemos a la lucha de clases. Las cosas es mejor llamarlas por su nombre. Digo esto porque cuando estaba allá por París y Bruselas solía discutir con quienes se resistían a reconocer que, lo que hacíamos realmente, era negociar la pelea entre el capital y el trabajo. Un invento europeo que dio resultados a las dos partes. El capital consentía pagar altos impuestos a cambio de no ver amenazada su prosperidad y los trabajadores conquistaban importantes derechos a cambio de renunciar a la movilización. Así fue como nació la concertación. Y no pudo haber nada mejor: altos niveles de competitividad, buena protección social, el Estado del Bienestar y la posibilidad, sin precedentes, de que los trabajadores y sus familias pudieran vivir tranquilos y disfrutar de una vejez aceptable.

Después de muchas y muy laboriosas negociaciones, y de equilibrios que parecían casi imposibles, se había reducido, de forma considerable, la desigualdad social. Y el resultado fue que estábamos tan felices que casi no lo creíamos. Es más, algunos, entre los que me cuento, y no lo digo por presumir, pensábamos que aquella situación no podía durar. Y no porque fuera injusta, sino por que se estaba corriendo la voz de que habíamos llegado tan lejos que había que pararnos los pies.

Por desgracia estábamos en lo cierto. Ya ven cómo se las gastan, están disparándonos ahí donde más nos duele, en la boca del estomago. Han ordenado fuego a discreción con el pretexto de que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Qué no puede ser que un obrero tenga un piso atestado de electrodomésticos, un coche de gama media, tome cañas, tan feliz, y encima se permita el lujo de jubilarse, con apenas sesenta años, y marchar de vacaciones a Benidorm. Que eso no puede ser. Que tenemos que reducir el gasto para generar más dinero y dárselo a los bancos. Y que si no lo hacemos van a darnos una paliza, en nuestros derechos, que quedaremos tullidos para los restos.

Nos han cogido desprevenidos. Bueno, si ¿y ahora qué hacemos? ¿Les pedimos que la paliza sea leve o nos arremangamos y volvemos a hacerles frente como hicieron nuestros abuelos? Hacerles frente seria lo propio, pero la cosa está como está. La gente dice que cuanto menos política y menos gobierno mejor para todos. Y eso significa, hablando en plata, que el fascismo está a la vuelta de la esquina y se acerca a pasos agigantados.

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